Para muchos la felicidad consiste
en lograr la realización de nuestras metas, para otros consiste en reducir
nuestros deseos y apreciemos lo más esencial, esto puede sonar paradójico e
incluso contradictorio, pues el primer camino nos insta a fijarnos metas y a
luchar por ellas mientras el otro pareciera que nos insta a renunciar a todo
ello, ¿qué camino es el correcto?
Lo cierto es que la felicidad
duradera viene de realizar nuestros sueños, nuestro mejor momento es cuando
logramos tener algo por lo que luchamos cierto tiempo por obtener, la clave no
es hipotecar nuestra felicidad en búsqueda de esa meta exclusiva, por ejemplo:
si quieres tener una casa propia, no tienes que renunciar a la felicidad
mientras no tengas tu casa, lucha por tu casa pero disfruta pequeños y demás
momentos de alegría mientras logras tener tu casa, momentos como pasarla con tu
familia, conocerte a ti mismo, realizar otros proyectos más pequeños, entre
otros.
Cuando las personas se ponen una
meta y se obsesionan extremadamente con ella, esta meta les es más difícil de
cumplir, desprecian todo aquello que no les acerca a esa meta y por
consiguiente no son felices, por lo que podemos decir que en cuanto a la
felicidad, es necesario tanto cumplir nuestras metas como reducir nuestros
deseos, la cuestión es encontrar un punto de equilibrio, y aprovechar cada
momento de felicidad que nos de este loco mundo.
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