El ser humano es por definición
un ser activo: continuamente estamos llevando a cabo una gran variedad de
conductas con el fin de mantenernos con vida, adaptarnos al medio o
desarrollarnos de tal modo que podamos bregar con las vicisitudes y necesidades
que vayan surgiendo a lo largo de nuestro ciclo vital, utilizamos los medios de
los que disponemos, tanto a nivel interno como a nivel de aquellos disponibles
en el medio, con el fin de actuar.
Pero ¿por qué actuamos? ¿Qué nos
mueve?, estas en apariencia simples preguntas han llevado a la elaboración de
una gran diversidad de teorías con respecto a qué es lo que nos mueve a actuar.
Una de estas teorías, que en realidad reúne una serie de subteorías al
respecto, es la teoría de la autodeterminación, es sobre esta última sobre la
que vamos a hablar a lo largo de este artículo.
La teoría de la autodeterminación
pretende establecer en qué medida la conducta humana es influenciada por
distintos factores que afectan a nuestra motivación a actuar, haciendo especial
hincapié en la idea de autodeterminación o habilidad de decidir de manera
voluntaria qué y cómo hacerlo como elemento explicativo fundamental.
El principal objetivo de la
teoría de la autodeterminación pretende comprender la conducta humana de tal
modo que dichos conocimientos puedan generalizarse a todas las situaciones que
los seres humanos de todas las culturas puedan encontrar, pudiendo afectar a
cualquier ámbito, esfera o dominio vital.
En este sentido, esta teoría se
centra en la motivación como principal elemento a analizar, valorando la
existencia de un cúmulo de energía generada por diferentes necesidades humanas
que posteriormente va a adquirir una dirección u orientación hacia la
satisfacción de dichas necesidades.
Se tiene que tener en cuenta que
en este sentido resultan de gran importancia la personalidad y los elementos
biológicos y autobiográficos de la persona en cuestión, el contexto en el que
se mueve su conducta y la situación concreta en la que se lleva a cabo, siendo
elementos que se influyen mutuamente y que afectan a la posible aparición de
diferentes tipos de motivación.
La autodeterminación sería el
grado en que nosotros mismos dirigimos de manera voluntaria nuestra conducta a
través de fuerzas cada vez más internas, siendo la motivación cada vez más
propia de la voluntad y el propio deseo de realizar la conducta en vez de estar
mediado por elementos ambientales que hacen necesaria la realización de la
acción. Somos seres activos que tienden a desarrollarse, crecer y buscar e integrar
la experiencia percibida tanto a nivel de elementos externos como internos,
dado que todo ello va a permitir que ahora y en el futuro dispongamos de
recursos para satisfacer nuestras necesidades. Es importante pues tanto lo que
nos viene del ambiente como lo innato y lo impulsivo.
Estamos ante una teoría que
integra y parte de concepciones de distintos paradigmas psicológicos, de entre
los cuales resaltan los conductuales y humanistas. Por un lado se mantiene una
búsqueda de información rigurosa y científica que explique los mecanismos por
los cuales dirigimos nuestra conducta a la consecución a una meta motivante (de
manera semejante a la conductista) y por el otro adquiriendo la visión del ser
humano como ente activo y dirigido hacia propósitos y metas propios de la
psicología humanista.
Asimismo, hay que tener en cuenta
que esta teoría tiene aplicabilidad en casi todos los ámbitos, dado que la
motivación es algo necesario para la puesta en marcha de cualquier tipo de
actividad: desde la formación académica y él trabaja hasta el ocio, pasando por
las relaciones interpersonales.
La teoría de la autodeterminación
se puede dividir en 5 clases:
1. Teoría de las necesidades psicológicas básicas
Una de las principales teorías
que componen la teoría de la autodeterminación es la de las necesidades
psicológicas básicas. Dichas necesidades hacen referencia a constructos
psíquicos que el ser humano necesita para sentir motivación hacia la conducta,
dejando de lado los componentes meramente fisiológicos (como la necesidad de comer
o beber). Los diferentes estudios realizados dentro de este enfoque han
determinado la existencia de al menos tres tipos de necesidades psicológicas
básicas que explican la conducta humana: la necesidad de autonomía, la
necesidad de auto-competencia y la necesidad de vinculación o relación.
La primera de ellas, la
autonomía, hace referencia a la necesidad del ser humano (y de otros seres) de
saberse o considerarse a sí mismos como seres capaces de influir mediante la
conducta en su propia vida o en la realidad. Esta necesidad implica que el
sujeto ve sus acciones como algo que tiene un efecto real y palpable, que es
capaz de ejercer su voluntad con un cierto control sobre lo que hace y lo que
ello conlleva: es más que nada la necesidad de sentirse libre de elegir.
Resulta fundamental en el surgimiento de una identidad personal, y en los casos
en que no se desarrolla plenamente pueden aparecer conductas de pasividad y
dependencia además de sensaciones de inutilidad y desesperanza.
La necesidad de percibir la
propia competencia está en el fondo ligada a la anterior, en el sentido de que
se basa en la capacidad de controlar lo que ocurre en base a sus propias
acciones, pero en este caso se centra en la creencia de que tenemos los
suficientes recursos para llevar a cabo una conducta. Es el creer que somos
capaces y la sensación de ser hábiles, de que la acción que hemos escogido
realizar de manera autónoma va a poder llevarse a buen puerto gracias a nuestra
habilidad y tener un cierto impacto en lo que ocurre.
Por último, la necesidad de
relación o vinculación es una constante en seres gregarios como el ser humano:
necesitamos sentirnos parte de un grupo, con el cual interactuar de manera
positiva y estableciendo relaciones de apoyo mutuo.
2. Teoría de las orientaciones causales
Otro elemento fundamental de la
teoría de la autodeterminación es la propia de la teoría de las orientaciones
causales, en la cual se pretende dilucidar qué nos mueve o hacia qué dirección
dirigimos nuestros esfuerzos. En este sentido, la teoría establece la
existencia de tres grandes tipos de motivación: intrínseca o autónoma,
extrínseca o controlada y impersonal o desmotivada.
En el caso de la motivación
intrínseca o autónoma, esta representa aquella fuerza que nos motiva de tal modo
que la actuación proviene de fuerzas internas, llevándose a cabo la conducta
debido al propio placer que supone hacerla. Parte de un momento en que todas
las necesidades básicas anteriormente mencionadas están bien resueltas, momento
en que actuamos únicamente en base a nuestra voluntad y elección. Se trata del
tipo de motivación que supone un mayor grado de autodeterminación y que más se
vincula al bienestar psíquico.
La motivación extrínseca, por el
contrario, surge de una falta de satisfacción de algunas de las necesidades
psíquicas o fisiológicas las cuales se pretende suplirse mediante la
realización de la conducta. Estamos ante una actuación que se lleva a cabo debido
a que esta va a permitir o facilitar una reducción de un estado de carencia.
Generalmente se considera la conducta como controlada de cara a satisfacer la
necesidad. Aunque existe cierta autodeterminación, este está presente en menor
grado que en la motivación intrínseca.
Por último, la motivación
impersonal o desmotivación es aquella que se deriva de la sensación de falta
competencia y autonomía: creemos que nuestros actos no predicen posibles
cambios y no tienen un efecto en la realidad, no pudiendo controlar lo que nos
ocurre o la realidad. Todas las necesidades se han visto frustradas, algo que
conduce a la desesperanza y a la falta de motivación.
3. Teoría de la evaluación cognitiva
La tercera de las subteorías que
conforman la teoría de la autodeterminación, en este caso se trabaja desde la
premisa de que la existencia de intereses innatos y propios del ser humano,
recibiendo los eventos que ocurren en el medio (sea externo o interno) una
diferente valoración a nivel cognitivo y generando distintos grados de
motivación.
En ello participa la experiencia
vital del sujeto, así como el historial de aprendizajes respecto las
consecuencias y efectos de su actuación con el entorno. Se analizan dichos
intereses de cara a explicar las diferencias en los niveles de motivación
intrínseca, pero también se valora cómo afecta a la extrínseca o qué aspectos o
fenómenos favorecen una disminución de la motivación. Este interés se deriva
asimismo de la percepción de cómo la interacción con el mundo permite o no la consecución
de las necesidades básicas.
En conclusión, podemos determinar
que la teoría de la evaluación cognitiva establece que los principales
elementos que predicen nuestro interés en los diferentes aspectos de la
realidad son la sensación y la atribución de control que realicemos, la
competencia percibida, la orientación de la motivación (si es para conseguir
algo o no) y la situación o factores externos.
4. Teoría de integración orgánica
La teoría de la integración
orgánica es una propuesta que pretende analizar el grado y la manera en que
existen distintos tipos de motivación extrínseca, en función del grado de
internalización o asimilación de la regulación del propio comportamiento.
Dicha internalización, cuyo
desarrollo va ir generando poco a poco la capacidad de que la motivación vaya
dejando de depender de elementos externos y nazca la motivación intrínseca, irá
surgiendo a lo largo del desarrollo del sí-mismo en base a la adquisición de
valores y normas sociales. En este sentido pueden distinguirse cuatro grandes
tipos de motivación extrínseca en función de qué tipo de regulación de la
conducta se lleva a cabo.
En primer lugar disponemos de la
regulación externa, en la que se actúa para conseguir una recompensa o evitar
un daño o castigo siendo la conducta totalmente dirigida y controlada por el
exterior.
Con una regulación un poco más
internalizada, la motivación extrínseca por regulación introyectada se da
cuando a pesar de que la conducta se sigue llevando a cabo para conseguir
premios o evitar castigos la administración o evasión de estos se dan a un
nivel interno, no dependiendo de lo que lleven a cabo agentes externos.
Tras ella podemos encontrar la
motivación extrínseca por regulación identificada, en la empiezan a otorgarse
un valor propio a las actividades realizadas (a pesar de que se siguen llevando
a cabo por búsqueda/evitación de premios/castigos).
La cuarta y última, muy cercana a
la regulación intrínseca propia de la motivación del mismo nombre pero que a
pesar de ello sigue rigiéndose por elementos externos, es la motivación
extrínseca que surge por regulación integrada. En este caso, la conducta se ve
como positiva y favorecedora para la persona ya de por sí y sin valorar premios
o castigos, pero sigue sin hacerse porque genere un disfrute por sí misma.
5. Teoría del contenido de las metas
Finalmente, y aunque diferentes
autores no la incorporan a la teoría de la autodeterminación, otras de las
teorías más relevantes que tienen un impacto en ésta es la teoría del contenido
de las metas. En este sentido, al igual que en la motivación, encontramos metas
intrínsecas y extrínsecas. Las primeras de ellas se basan en la búsqueda del
bienestar psicológico y el desarrollo persona, constando principalmente de
metas de crecimiento personal, afiliación, salud y contribución a la comunidad
o generatividad.
En lo que respecta a las
extrínsecas son las metas propias y dirigidas a obtener algo del exterior de la
persona y siendo dependientes del medio: principalmente nos encontramos con
necesidades de apariencia, éxito económico/financiero y fama/consideración
social. Ahora bien, el hecho de que una meta sea intrínseca o extrínseca no
implica que la motivación que nos conduce a ella sea necesariamente la que
comparte su adjetivo: es posible tener motivación intrínseca para obtener metas
extrínsecas o viceversa.
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